LEY CERO DE LA TERMODINAMICA

No tengo mucha paciencia para conocer gente. Cada vez que aparece una persona nueva, me concentro intensamente, llevo mi percepción y mis sentidos a un nivel máximo y en unos pocos microsegundos, tomo la decisión. Apruebo o rechazo. No permito más posibilidades. Y si apruebo, de ahí en adelante empieza el camino de incorporar esa nueva personalidad a mi historia, a cualquier costo. El camino puede estar dominado por el amor, la admiración, la amistad, el deseo y muchas veces se vuelve grato y beneficioso. Otras veces sólo obtengo tragedias de mi elección. Aún así, soy conciente de que no puedo huir de ellas. Los segundos de concentración son tan intensos que me impiden poner en duda la elección inicial. Si un tipo aparece y detecto que de él aprenderé lecciones de supervivencia, arreglaré los escenarios, crearé el montaje y escribiré la comedia que me permita ser partícipe de su maestría. Si una chica aparece y la primera vez que la toco sé que esa piel esta en resonancia con la mía, no habrá muro, emoción, contrato, ley ni dominio que me intimiden, embestiré con lo que tenga a mano para estar con ella. Pero también si aparecen personas que me permitan los contextos posibles para exponer mis talentos, no serán inmunes a mi presencia. Si manejo la crueldad con destreza, escogeré y atraeré a quienes merezcan recibirla. De igual forma funciona mi caridad, la cuota de personas necesaria para canalizarla está permanentemente satisfecha. No me llevo sorpresas. Al elegir personas en esos intensos microsegundos, no solo las elijo a ellas, elijo lo que me atrae de ellas, elijo sus auras, sus exaltaciones, su cultura. Elijo sus culpas, sus miedos, sus miserias, sus traiciones. Sé que la mayoría de las personas se toma tiempo en escoger a quienes entran en sus vidas. Temen a toda posibilidad de traición, deslealtad, desconfianza, tentación e incorrección, sin darse cuenta que esperar perfección es esperar voluntariamente la decepción. Al diablo con las virtudes, yo prefiero el espectáculo, no importa si es sublime o trágico, siempre estoy preparado para cualquier final. Por eso, lo mejor es concentrarme, menos de un segundo pero con mucha intensidad y detectar si esa nueva persona debe influir en mi vida. Una vez logrado, adelante, Ahora haremos permuta de conocimientos, emociones, envidia, alegría, resentimientos y mentiras, y es posible que lleguemos a querernos y a la vez odiarnos y dejar esto en empate. Y si esa persona es la chica cuya piel es mi vicio, el empate se dará cuando mi cuerpo y el de ella sólo adquieran sentido si están arrimados uno con el otro. Es en ese instante cuando siento que el universo tiene un tramado, un guión escrito no sé si por un idiota, un genio, un sádico o un poeta, pero es un guión magnífico que se desarrolla en cada punto y minuto del cosmos. No existe forma de evitar habernos conocido, aunque fuera en la época incorrecta, igual habría sucedido. Y si fue en medio del caos que surgió la necesidad de estar juntos, es sólo porque las leyes universales así lo quieren. Las relacionas humanas (nos guste o no) están basadas en interacciones entre la materia. Por eso a su piel le ocurre lo que a la mía. Si tenemos dos cuerpos, a diferente temperatura uno del otro y los ponemos en contacto, en un tiempo determinado alcanzarán un equilibrio. Los dos cuerpos tendrán la misma temperatura y permanecerán así mientras estén en contacto. Si un tercer cuerpo es puesto en contacto con los otros dos, al cabo de un tiempo los tres tendrán la misma temperatura. A pesar de los miedos y las culpas, ningún contacto, ningún cuerpo se escapa a lo que en termodinámica se conoce como ley cero.