sábado, abril 08, 2006

AHORA SUEÑO VERDADES



Cuando era niño siempre soñé con el diablo y le tuve mucho miedo. En un sueño lo vi rojo y monstruoso, yo entraba al taller de mi padre y ahí estaba el demonio, en actitud de burla macabra, con cachos e incluso cola. Con el tiempo seguí soñando con Satán, pero ya no era rojo y horrible, lo que hacía era tomar a alguien de mi familia y clonarlo. Yo siempre lo descubría pues siempre duplicaba al familiar real con el que yo acababa de hablar, caminaba unos pasos y me encontraba de frente con el clon demoníaco. Y con sólo verlo a los ojos, sabía que ese era el diablo en toda su maldad y magnitud. Rezaba harto en esa época, todas las noches, primero el ángel de la guarda, luego el padre nuestro y terminaba con un largo petitorio que incluía desde la salud de mis abuelos hasta el buen estado del perro. Eso se repitió muchas veces, hasta que como a los 10 años, dejé de soñar con el anticristo y aparecieron los trenes y las estaciones de metro. Soñaba con rieles, estaciones de metro reales, estaciones de metro inexistentes, a veces me quedaba solo abajo del tren, otras veces era yo el único que se subía. La mayoría de las veces me bajaba en una estación que era Universidad de Chile y cientos de escaleras mecánicas entrecruzadas, curvas y suspendidas en el aire me impedían encontrar la salida a la calle. Con esos sueños habría sacado un doctorado en arquitectura, creo yo, siempre despertaba muy emocionado deseando ver esas escaleras algún día.
Cuando me hice adulto me dio por soñar con islas. Varios tipos de islas. Recuerdo una isla grande, con cerros y quebradas, y yo quería escapar de ella y subía esas montañas con gran despliegue físico y al llegar a la cumbre, veía el océano colmado de islas iguales. Otra isla soñada fue una especie de mini-jungla, tropical y confusa, yo quería saber que había más allá, lograba llegar a la orilla y ahí me daba cuenta que la isla era literalmente una caja de zapatos gigante y mi mini-jungla un terrario y probablemente yo el insecto. Y por todos lados, el océano. La más extraña de todas fue una isla perfectamente circular, plana, de no más de 5 metros de diámetro, hecha de tierra seca y base de roca sólida. No había nada en ella, sólo yo y un pequeño muro de medio metro de altura a medio construir. La isla estaba situada en el Atlántico, a pocos kilómetros de la costa argentina y en aquel sueño, el gobierno trasandino me había vendido la isla y yo hacía planes como decretarla república y crear mi propia constitución e incluso acuñar mi propia moneda. Desperté antes de haberle puesto nombre a mi república, mi muro y a mi moneda. Hay gente que dice no soñar o no recordar sus sueños.
Hace unos meses fui despedido de un trabajo horrible donde viví una larguísima pesadilla. El despido fue el inicio de un sueño que viví despierto: dinero, pasión, tiempo libre, nuevas ideas y proyectos, riesgos que estaba dispuesto a tomar, en resumen, pura y absoluta felicidad. Pero todo (que en la práctica es lo mismo que decir dinero) se empieza a acabar y de a poco tuve que empezar a mirar de reojo la realidad y saber que debía, tarde o temprano, reinsertarme en ella. Y como siempre he tenido suerte para ciertas cosas, apareció esa típica oferta económica o laboral que no se puede rechazar. Había tomado la decisión e iba a comunicar a mi futuro empleador mi integración la mañana de un viernes. La noche del jueves me acosté con la sensación de ser esclavo de mi suerte. No sé que habré soñado esa noche, pero desperté muy agotado y con un sentimiento de auto-traición insoportable. Cada vez que he tenido planes de independencia, aparece “la oferta” y siempre la he aceptado obedientemente, sin dar espacio a intentar hacer lo que yo quiero. Últimamente, cuando duermo, tengo sueños plácidos y aburridos. Pero ese día sé que no fue así. Desperté con demasiadas ideas en la cabeza, confundido como pocas veces. Tomé el teléfono y - segundos antes de decir que sí, que aceptaba el trabajo, que todos mis riesgosos proyectos podían esperar nuevamente - me di el lujo de soñar despierto y por primera vez en mi vida, no hice lo que me convenía, decidí hacer lo que quería hacer. Como Renton en Trainspotting : Choose life. Dije que no. Rechacé la realidad y al hacerlo, me sentí (yo, la persona yo) más real que nunca. Tal vez en pocos meses me arrepienta, sobretodo si me tapan los problemas y mi vida se vuelve miserable. Pero la maldita buena suerte no tiene porqué siempre gobernar mi vida, sin darme posibilidad de elegir. No se exactamente que es lo que elegido ahora. El coro de un tema de Greenday dice “Pido sueños que difieran de las mentiras vacías, éste es el amanecer del resto de mi vida, ésta es mi vida ... en vacaciones”. Y desde hace cuatro meses, cada vez que lo escucho, lo siento más como si fuera mi propio himno.