domingo, junio 11, 2006

FANATISMO. Segunda Parte : Ulises de Joyce



Solemnemente…Esa es la primera palabra del libro que me cambió la vida. Había escuchado de él, en una época en que me sumergí en la literatura para escapar del infierno que vivía en un trabajo que no era capaz de dejar. Fue una época mentalmente tremenda donde ante mis ojos desfilaban Faulkner, Dostoiesvsky, Cortázar, Borges, Scott Fitzgerald y Sallinger, yo sentía que recuperaba mi cerebro tras años de frivolidad, me “ponía al día”, mientras en mi cotidianeidad desfilaban obesos mórbidos egomaníacos y sádicos, enanos cobardes e ineptos, opinólogos con visiones ultrarudimentarias de la humanidad y mucha otra gente de la que nunca pude saber quienes realmente eran, pero que hacían su mejor esfuerzo por parecer superficiales a rabiar. Había, por cierto, también una pizca de gentes buenas, pero escasa ante la abrumadora mayoría de seres tristes y alienados. Bueno, fue en ese contexto (de clara inquietud por la sicología de todos estos seres y por tanto del mundo contemporáneo) donde, tras un artículo de periódico, supe de “Ulises” de James Joyce. La más grande novela del siglo XX , según algunos. La más pretenciosa farsa literaria según otros. Entrar a Internet para descubrir Ulises fue todo un desafío. Los fans lo comentaban como quien pertenece a una secta, los críticos se referían al libro como quien habla de un misterio aterrador, los ensayistas usaban técnicas desde matemáticas hasta criptográficas para dar luz a sus comentarios, y en eso me enteré que en Universidades Británicas se dictaban cátedras completas donde en cada clase se analizaba un capítulo y que anualmente en Dublín, los seguidores del libro se reunen un día de Junio a representar lo vivido en la novela. Quienes me conocen, sabrán que éstos ingredientes fueron suficientes para olvidarme de mi existencia y pasar a ser una función de Ulises. Encontré una copia en Inglés en el persa Bío-Bío pero a poco empezar supe que no era como leer un paper de cromatografía. Me frustré, llegaron mis vacaciones y el clan familiar se fue a Algarrobo. Una tarde en la playa, aburrido del griterío de la manada de niños que forman parte del clan, invité a mi abuela y a mi sobrina a beber un jugo, y paseando por una feria artesanal me encuentro con Ulises en castellano, nuevo y a 8 lucas. Verlo y comprarlo fue un solo acto. Esa tarde, mientras se discutía que “se compraría para el pan” de la once, tomé mi jeep y me fui a Mirasol, a una playa solitaria en medio de una quebrada, e inicié mi travesía. No me detuve. Joyce había hecho lo que yo había soñado siempre en mis amateurs intentos de escribir : no había gramática, no había lógica, no había rimas ni un estilo definido, no había LITERATURA, había palabras, tal y como salían de las mentes de los personajes, con toda esa riqueza variopinta que tienen los pensamientos humanos, esa capacidad de pensar tres o cuatro cosas distintas a la vez, o cambiar bruscamente de tema en pleno desarrollo de UNA palabra, o caer en meditaciones absurdas o pervertidas que jamás reconoceríamos antes un solo ser humano... Ulises fue mi Biblia, y para quienes no conocen, aclaro que se trata de la historia de 1 día (04/06/1904) común y corriente en la vida de un ser llamado Leopold Bloom y su interacción con su esposa Molly y su “amigo” Stephen Dedalus en la ciudad de Dublín. No pasa mucho en ese día, cómo no pasaba mucho en mi vida, pero si pasaba mucho en esas mentes, como también pasaba tanto por la mía, y sumergirme en esas casi 1000 páginas de pensamiento humano, donde cada hora de ese día estaba descrita con un ¿estilo? literario distinto, desde la palabra interior, pasando por la presentación objetiva, la conversación burlona, el diálogo dramático, el contrapunto musical, la caricatura y la parodia, el catecismo de preguntas y respuestas... Un festín de palabras y peladas de cable, mi vida real se consumía en medio de pegamentos y personas de juguete, pero cada tarde Ulises me lanzaba al viejo anhelo del ser humano de “entrar en la mente de otra persona”, nunca mientras leí Ulises me sentí más cerca de esa utópica idea científica y filosófica, no “quería ser John Malkovich”, quería ser Leopold Bloom o Stephen Dedalus y lo más mágico de todo es que, gracias a la maestría de Joyce, en muchos momentos y poseído por la lectura, yo FUI Leopold Blomm o FUI Stephen Dedalus y supe durante muchos días, lo que era deshacerme por un rato de la mente de éste verborreico, latero y egocéntrico narrador, y lograr aunque sea ficticiamente lo que nunca un ser humano podría lograr.
El día que terminé Ulises, iba en el metro, faltaban pocas líneas, yo ya lo sabía y el pulso lo tenía a mil. Se dio la mala casualidad de que uno de los pocos seres buenos del trabajo de mi tormento, aparece en el mismo carro y me interrumpe. Me saluda y me habla sobre el clima. Yo la aborrezco (era una chica), pero al mismo tiempo la disculpo y me decido por contarle la verdad : “No me interrumpas, estoy a punto de finalizar EL MEJOR LIBRO QUE HE LEÍDO EN MI VIDA”, y no se si ella comprendió lo que eso significaba para mi, pero aceptó quedarse muda (con cierto desgano). Yo seguí leyendo, pero me sentía culpable por mi mala educación con ésta chica, me sentía culpable por no pensar que en el mundo hay más gente que yo, en el fondo seguí leyendo el final de Ulises, pero ya no transformado en el personaje, el efecto ya no existía... ¿por qué tienen que pasar éstas cosas, tan simples y tan destructivas, en éstos momentos?. Volvía a ser yo, con todas mis virtudes y miserias, volvía a ser la persona que al bajarse del metro, tenía que ir a su rutina de trabajo. Con mucha frustración y pena, terminé la última línea : “el corazón corriendo como loco, y yo dije que sí, que sí quiero. Sí”. Cerré el libro, contuve la emoción y en el momento que se abrían las puertas del metro, mientras una avalancha de ideas y recuerdos se aglutinó con desesperación en mi cabeza, respiré profundo y en voz baja, me dije : “Sí quiero. Sí