domingo, julio 29, 2007

VIDA REAL

Un blog, una especie de diario de vida que, a diferencia de esos antiguos registros asociados al romanticismo infantil femenino o al egocentrismo del artista que está pensando en su biografía, reflejan una vía de escape a la creatividad o a la emoción de seres humanos corrientes, un espacio para decir cosas de esa manera que no puedes decir hablando, a estar presente en un fenómeno que quien sabe cuanto dure, a estirar los dedos y practicar éste extraño hobby de jugar con las palabras, y atentamente esperar que alguna persona (a veces con una sola, no cualquiera, basta) entre y lea lo que escribes. Pensaba en eso mientras conducía en la noche y pensé en algo que no había escrito nunca. No sólo eso. El pensamiento rápidamente derivó en todas aquellas frases que han aparecido en éste blog, hablando de cosas que podrían parecer íntimas, y que en realidad no lo son, o nunca lo sentí así al escribirlas. Todo lo que aquí he escrito, lo he dicho o lo podría decir en la “vida real” sin un asomo de vergüenza, y por cierto con menos de éste siútico jugueteo.
¿Y lo que no he escrito?¿Y lo que no he dicho?. Hay verdades tan simples que nos invaden, sencillas como la tierra seca, que ocultamos al mundo por temor precisamente a parecer tan sencillos que nos etiquetaríamos de vulnerables. Y bueno, hoy voy a hablar de esas verdades, quiero una pequeña catarsis, quiero decir algunas cosas, en palabras simples y reales. Quiero contar algunas verdades por la terapéutica razón de leerme en un tiempo más y saber quien fui el día que las escribí. Verdades sencillas como que odio bañarme y me gusta limpiarme la nariz con los dedos. Contar que hay días en que querer a la familia es una carga sofocante de la cual me gustaría librarme, y que internamente me avergüenzo de hablar tanto en público y siento rabia por ser de esa odiable clase de majaderos-sabelotodos-que-nunca-pierden. Aprovecho de decir que siendo socialista hasta el ADN, detesto a la mayoría de los pobres que conozco por flojos e ignorantes y que por otro lado, desprecio tanto los ideales de la derecha que soy capaz de mentir por defender mis principios políticos. Aquí voy con otras verdades más : Cada día se agrega una nueva gota de envidia en mi mente al pensar en mis coetáneos con hijos. Hay días que pienso que soy estéril y me da miedo averiguarlo. Estoy seguro de que me han querido más mujeres de las que oficialmente lo han hecho. Tan seguro como que sé que he querido a menos mujeres de a las que oficialmente se los he dicho. Y sigo : A diario me siento mas mediocre y tonto que esa imagen que trato de proyectar al mundo, y en secreto voy a la iglesia todas las semanas, en un horario solitario y rezo. Y en esos rezos le digo a Dios que volví a creer en él no porque realmente crea que existe, sino porque prefiero que exista. Sumemos a ésta cataris la siguiente lista : El mejor momento de mi rutina diaria es cuando salgo a visitar clientes y tengo tiempo de cantar en voz alta dentro de mi auto. Casi todos mis amigos me aburren y últimamente he creído que en realidad no tengo amigos. Mi habitación está sucia casi todo el tiempo. Pagaría por nacer de nuevo y ser hincha del Colo Colo. Me gustan los días soleados porque en los nublados me deprimo. Dejo inconcluso cada proyecto personal que inicio. Prefiero viajar solo SIEMPRE, aún cuando digo que lo he pasado bien, ahí probablemente estoy fingiendo. Consumo voluntariamente antibióticos todo el año, me hacen sentir seguro y freak, y eso me otorga un extraño tipo de orgullo. Me acuerdo de ti cuando suena (sí, creélo) una canción de Arjona que habla de los daños a terceros, y pienso en los daños a terceros, segundos y primeros y en cuanto nos debimos haber mentido ambos, y lo doy por hecho porque si hubiera sido de otra manera, lo nuestro no habría terminado de la forma que lo hizo. Dos veces en la vida me han dicho - de verdad - te amo, una vez cara a cara, la otra en un mensaje de texto. Yo lo dije muchas veces, ebrio, ironizando en engrupidas juveniles, nunca en serio, la última vez fue hace 10 años. Creo que todos mienten, me parece interesante, me ejercito en calcular el porcentaje de verdad de todos con quienes hablo. Se que de todos mis escritos, éste es el más pobre. Ni recién escrito me gusta. Pero está hecho con una intención y la cumple : Abrir la ventana un rato, para que entre el aire.

domingo, julio 08, 2007

80s


Creo que soy un ser enriabado. Me gusta reírme, trato de hacerlo todo el día, pero casi nunca esa risa es de felicidad, la mayor parte de las veces está asociada tanto a la ironía como al absurdo, me río de la gente, me río de mi propia desgracia, me río de aquello que no debiera ser, pero es. Está claro que una risa con esos orígenes no es más que una risa rabiosa, resentida, propia de quien sólo puede oler la mierda y en la costumbre, es mejor disfrutrarla. Aún así, creo que estoy viviendo un momento personal frívolo, no voluntario por cierto, sino que propio de cuando has cambiado de vida, cambiado de planes, nada importa mucho y es mejor dejarse llevar. Y en ese ejercicio, salgo, voy a fiestas, comparto frivolidades, tengo aventuras vacías pero divertidas, y me sumerjo en un mundo que hace algunos años veía con tanta distancia como asco, y que hoy por hoy representa las guirnaldas y luces de mi fiesta contemporánea. Happy hours, bailes, conquistas efímeras, retornos de las borracheras en pubs de adultos jóvenes, megamixes en DVD con trozos insulsos de buenas y malas canciones de los 80 apelando a nostalgias patéticas, evocando instantáneas aisladas incrustadas en el corazón, haciendo olvidar la pena y el dolor en el que flotaban. Y pienso en la nostalgia ... ¿Qué extraño fenónemo cerebral hace que nos den ganas de volver a vivir momentos que en su época sólo queríamos extirpar de nuestra existencia? Converso con muchas personas, ¡que buena es ésta canción! ¡que fabulosos eran los 80!. Y resulta que ahora eran buenos los New Kids, Exposé, Bon Jovi , resulta que nunca hubo nada mejor que Cachureos o Pipiripao, sucede que nunca nos entretuvimos más que con el Chacal de la trompeta o el Festival de la una. Una vez en un almuerzo comenté sobre un personaje de una teleserie del 87 y ¡ fui felicitado por mi memoria y dominio de la cultura pop!.

Hay días en que me levanto y creo que nuestra caída libre hacia la superficialidad absoluta es cada vez más concreta. Salgo a la calle y veo a todo el mundo tan egoísta, tan lleno de mezquindad y cortoplacismo, criticando el mundo actual con tanta cultura como la que pueden obtener de Chilevisión Noticias y LUN.com : la contaminación, el transporte, la corrupción, la violencia... criticando con una sinvergüenzura que me deja helado ¿Acaso no somos nosotros mismos los que contaminamos? ¿No somos nosotros los que nos saltamos miles de normas día a día? ¿No somos nosotros los que entregamos nuestros sueldos en bandeja a quienes mantienen éste país en el abuso y la desigualdad? ¿No somos nosotros los que le damos rating a canales de TV y diarios llenos de pura basura? ¿No somos nosotros los que en cada minuto de nuestras vidas lo único que estamos buscando es nuestro propio y miserable provecho, sin importar cuánto esto afecte al vecino de al lado? Vamos por la vida como si fuéramos los únicos que sabemos cómo se arregla el mundo y la mayor parte de las veces ese arreglo no es más que mover hacia el lado todo lo que nos molesta, ponerle una rejita a nuestra parcela y que el resto se las arregle. Y en ese inútil pero cansador ejercicio, aparece como una linda herramienta la querida nostalgia, esa que engaña, esa que se toma años en manipular la memoria, cambiando hechos, colores, percepciones, transformando lo feo en bello, fabricando latidos de corazón a partir de flashes de islotes de sensibilidad alojados en una memoria falsa. Y resulta que el país está mal, la vida está mal, nada es como en los 80.
Yo sí recuerdo los 80. Yo sí recuerdo un país de miseria, una realidad sangrienta, muertes, torturas, desinformación, el PEM, el POJH, el saqueo del país por los mismos grupos que hoy - en sus canales de televisión, en sus diarios - hacen creer a éste cúmulo de adultos aburridos y frustrados que hoy estamos peor que nunca. Yo sí recuerdo la guerra fría, el muro de Berlín, las abrumadoras influencias soviética en Europa del este y norteamericana en America Latina. Algunas cosas en su detalle no recuerdo, pero hay cosas que ahora asocio y deduzco que la cagada en la cabeza que padecemos fue claramente incubada en los 80. En rigor, nuestra cobardía y mediocridad es hija de esa década sin ideas ni ideales, esa falta de libertad abrumadora. Y no creo que la canción tecno pop del pájaro loco sea buena ni que las fiestas de Rodolfo Roth sean el lugar en el que debo estar. Y claro, ahí es donde me transformo en el ser enrabiado, miro a todos lados y me digo ¿estoy equivocado? ¿me tengo que dejar llevar y meterme en la máquina de la nostalgia infame que domina a todo el resto?. Soy de la generación de los 80, pero no me siento parte de ella. Ni los calcetines brillantes ni los pantalones amasados me hicieron sentir feliz nunca y el negro recuerdo de esa época no se me va a pasar jamás. Y es una pena enorme que 20 años después, mire a mi alredededor y vea que la mayor parte de la gente, gaste sus escasas horas de entretención en transportarse a una época de la que jamás creí que alguien hubiera deseado ser parte. Miro atrás y veo aquella juventud atesorando aún esa “alegría más triste y falsa” que la caracterizaba, guardándola hasta ésta adultez forjada entre Morandé con Compañía y la acumulación de puntos en el supermercado. Me río, si, disfruto, sí, me vendo al sistema, sí. Hago todo eso, para sobrevivir con algo de risa - aunque sea irónica - pero no voy a dejar que ese engaño permanente y traidor que es la nostalgia me meta el dedo en la boca. Ni en los 80 ni ahora mi generación ha sido ejemplar ni pasará a la historia por su aporte al ideal humano. Así que disculpen si de vez en cuando les arruino la fiesta. En realidad no, no disculpen nada. Esta eterna fiesta ochentera me tiene hasta más arriba de la coronilla.